Conoce los 3 retos para hacer investigación digital

Los espacios digitales han sido utilizados por las empresas con fines de promoción, divulgación y posicionamiento, sin embargo en lo que respecta a la investigación de mercados, Internet ha resultado el medio idóneo para conocer la opinión del público, a través de encuestas, sondeos y de manera más general, buzones o comentarios.

Este tipo de investigación reporta grandes beneficios a las empresas, ya que la inmediatez con la que se obtienen datos específicos y escalas de medición, es asombrosa, lo que a su vez promueve un ahorro significativo de recursos.

Simeon Pickers, director de la agencia Psyma, cuyas investigaciones se realizan en un 50% vía online, advierte lo siguiente tres retos para hacer investigación digital:

1. La tecnología móvil ha reducido la brecha digital, su accesibilidad es mayor en zonas rurales y marginales, así no se pueden establecer exactamente los parámetros de las diferentes clases sociales, el siguiente paso es identificar exactamente su ubicación para clasificarlos correctamente.

2. La veracidad en las respuestas, si bien los cuestionarios están diseñados para que el usuario responda con facilidad, muchas veces miente, el encuestador identifica esto por la disparidad en las respuestas, lo cual no es de fiar; los investigadores tendrán que encontrar mecanismos para que la información sea lo más fidedigna posible.

3. Los usuarios rechazan contestar, aunque las interfaces sean fáciles y se advierta que la contestación del cuestionario no demorará, la gente evita cualquier forma de trabajo; así los encuestadores deberán trabajar para hacer más atractivas las encuestas y atraer a los cibernautas”.

La investigación digital reporta grandes beneficios, sin embargo actualmente un número considerable de personas se muestran reacias al aceptar esta modalidad, dadas las dudas de la información vertida, empero cada vez son más las empresas que basan sus estándares de medición en la opinión de los usuarios online.

 

Adair Rodríguez

UTEL Editorial